Hay un determinado momento de nuestras vidas en que el dolor, el sufrimiento, las limitaciones, la angustia nos desbordan, donde nada nos satisface ni nos llena. Ese momento puede ser un llamado al despertar espiritual. Nos muestra el “hambre” de nuestro espíritu que al igual que la física requiere ser alimentada. Nace como un fuego y hay que nutrirla desde todo nuestro ser, tanto desde la razón como desde la emoción.
Nuestro ser está compuesto por una parte material y una espiritual que conjugan en el alma. Existe un desarrollo físico, así como un desarrollo esencial. El primero es un proceso automático mientras que el segundo es algo que debemos trabajar o quedará dormido. En nuestra sociedad estamos acostumbrados a lidiar con la faceta material pero nada entrenados en la espiritual. La inocencia y sabiduría que teníamos al ser niños queda encapsulada a través de los años de socialización, donde nos enseñan a movernos en determinados parámetros de comportamiento.
Existen muchos caminos pero todos con el mismo objetivo profundo: alcanzar la trascendencia de nuestro ser. Pero la enseñanza de esos caminos suele ser impartida como una imposición externa a nosotros, donde hay un maestro que nos marca lo que está bien y lo que está mal, lo correcto y lo incorrecto, y que a su vez intermedian en nuestra comunicación con Dios. Olvidándose que nuestro camino ya lo conocemos, cada uno en lo profundo de su ser, porque es parte de un andar que comenzamos antes de nacer y que seguiremos después de nuestra muerte.
Es por esto que es fundamental que retomemos contacto con nuestro ser profundo. Toda la maestría que buscamos en el afuera se encuentra en nuestro interior y cuando tomamos contacto con esa esencia nos damos cuenta que el universo entero nos enseña permanentemente, en cada acto, en cada imagen, en cada duda, en cada miedo, en cada piedra que nos pone en el camino o en cada puerta que se abre inesperadamente.
Mi vocación es ayudar a cada uno a volver a ese eje de armonía y amor desde el cual brotará la sabiduría.
Los invito a acompañarlos en este recorrido tan personal y único para cada uno, en esta búsqueda de sí mismos que les abrirá las puertas a la enseñanza infinita del universo.
